9 novedades que sirven como excusa para volver a San Antonio de Areco

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Hay algo especial en San Antonio de Areco. Tal vez sean sus calles empedradas del centro, sus fachadas antiguas, el río y la llanura pampeana más allá. Areco es un imán que atrae a tradicionalistas y aventureros, una rara mezcla que se resume a la perfección en el personaje de Ricardo Güiraldes, referencia ineludible que ha inmortalizado a este pago bonaerense con Don Segundo Sombra. A pesar de este anclaje gauchesco, su autor fue un vanguardista y viajero explorador.

La costanera de Areco.Maximiliano Amena

Ese espíritu parece extrapolarse: en Areco siempre pasan cosas. Un negocio que abre, un artista que crea, una música que se compone, un artesano que deja su huella. La vida de los pueblos a los que, por algún motivo, arriban personalidades destacadas está signada por ese movimiento.

Areco convoca a tradicionalistas y curiosos.Maximiliano Amena

Es un destino ya clásico de escapadas gracias a su cercanía (110 kilómetros) a la Ciudad de Buenos Aires, enriquecida por vida cultural, tradiciones vivas, buena gastronomía y excelentes hospedajes. En los últimos tiempos, está recibiendo también nuevos habitantes, que eligen este pueblo para vivir o emprender. Y este combo se traduce en una sola cosa: una oferta que no para de expandirse.

Todavía no hace un año que se inauguró y Paseo de Areco parece ser parte de la fisonomía del pueblo desde siempre. Ubicado cerca de la plaza principal, reúne a marcas conocidas desde hace tiempo, y que han elegido reunirse en el primer paseo de compras de San Antonio de Areco.

El ingreso al Paseo de Areco.

Dentro de este espacio común, el proyecto Aleluya está pensado para el bienestar espiritual y de los sentidos, creado por Alejandra Berola y su hija Carlina Tommasi, que tienen una de las farmacias más queridas -y concurridas- del pueblo, y que participan activamente de actividades solidarias y comunitarias. Junto a ellas, en un kiosko vidriado y muy bello, construido con materiales nobles, se encuentran los blends de té de De Quinas y Rocas, cuya creadora, Gegé Merino, trabaja con hebras de nacionales misioneras, especialmente seleccionadas, y Delfi Saraví, con sus diseños en cerámica.

Román Mazar, el creador de Artemisa.

También está presente el vivero Artemisa, a cargo de Román Mazar quien ha diseñado los espacios verdes y es un aliado de quienes quieren tener su jardín espléndido.

Kari Scrosoppi es la creadora de HRamírez, diseños en cuero. En Tienda&Taller es posible encontrar piezas únicas y apreciar los procesos de trabajo. Por su parte, Gaby Gutiérrez está a cargo de Zo Indumentaria, una marca buscada por arequeras y turistas que aprecian la calidad de sus productos y el encanto de Gaby, siempre atenta. En su espacio se encuentran también los diseños de tres joyeras contemporáneas instaladas en Areco. Sus marcas son María Draghi, Karin Stromp y Zoila, y van más allá de la platería criolla, dándole a sus piezas un estilo moderno y actual.

Kari Scrosoppi, de HRamírez.

La gastronomía está a cargo de Tucano Bistró y Café, de Ailén De Prinzio y Joaquín Magallanes, dos jóvenes que han renovado la propuesta tradicional luego de sus experiencias en el exterior, con la llegada del primer brunch al pueblo. Sus productos son frescos, la elaboración es artesanal y tiene un muy buen café.

A cargo de las actividades culturales y de difusión está la escritora y periodista Irene Chikiar Bauer quien además de dar clases en la Universidad nacional de San Antonio de Areco sobre Patrimonio Cultural, desde haca casi tres décadas se dedica con su marido, Horacio Bauer, a la recuperación de casas históricas. En Paseo de Areco respetaron y recuperaron una casa muy deteriorada dándole nueva vida a las paredes, llenas de historia. Irene atribuye el éxito de Paseo de Areco a la idea de reunir a un equipo de personas talentosas, cada una dedicada a sus marcas y que han encontrado el espacio en común para potenciarse y ofrecer lo mejor. Para ella, las actividades culturales y los talleres y las muestras de pintura y fotografía coronan el espacio. En este momento, se exhiben las fotografías son de Horacio Bauer, y una muestra de pinturas de Marcela Salcedo.

Alma amasa bombas de semillas frente a una laguna. A su alrededor, patos, nutrias y el verde ascendente de más de 4.000 plantas de bambú. Es una postal del Laberinto Pampa, en la estancia La Cinacina, un proyecto comandado por la paisajista May Borovinsky, quien convirtió esta porción de campo en un espacio donde el arte, la botánica y la contemplación se entrelazan.

May Borovinsky, la ideóloga y directora del Laberinto Pampa.MAXIMILIANO AMENA

El primer paso fue elegir la especie: tras probar más de quince variedades, menos de diez prosperaron en el suelo arequero. El resultado fue doble: dos laberintos vivos, uno dedicado a perderse y otro, a observar.

Laberinto y laguna, una combinación que promete una desconexión profunda y una reconexión con la naturaleza.MAXIMILIANO AMENA
Bombas de semillas de plantas nativas.MAXIMILIANO AMENA

El diseño se inspiró en formas de la platería criolla: una pluma de ñandú y una flor de pensamiento, trazadas en bambú. Una puerta roja al estilo torii japonés marca el ingreso.

Vista aérea del Laberinto Pampa.MAXIMILIANO AMENA

May no lo pensó como un atractivo turístico sino como un gesto regenerativo: en los márgenes ya crecen ceibos, talas y cina-cinas. A pasos del centro, el Laberinto se abre como una rareza viva que se integra con naturalidad al pulso de Areco.

Un pasillo de piedra conduce a un patio secreto, presidido por un limonero frondoso y una capilla que parecía oculta al pueblo. Así se llega a Santo Café, el nuevo punto de encuentro en San Antonio de Areco, donde la historia, la fe y la gastronomía se combinan con naturalidad.

Santo CaféSilvina Baldino

La capilla, de 12 metros de altura, fue construida por “Cacho” Méndez, un comerciante devoto que soñó con tener su propio lugar de oración. Hoy, su hija y dos emprendedoras locales la convirtieron en el corazón de un café con identidad propia.

Santo CaféSilvina Baldino
Santo CaféSilvina Baldino

El espacio fue una revelación. Martina Gasparro y María Zalazar querían armar algo distinto, “más que un café”: un lugar para encontrarse, celebrar y crear comunidad. Con la ayuda de familiares y amigos, y el diseño de una arquitecta amiga, pusieron en marcha el proyecto.

Santo CaféSilvina Baldino

Lo bautizaron Santo Café, y lo pensaron como un sitio donde lo moderno convive con lo patrimonial, con una carta pensada desde la simpleza saludable: hay café de especialidad, pancakes, croissants veganos, sándwiches, ensaladas y una pastelería que cambia semana a semana.

Cada mañana, al abrir el local, se abren también las puertas de la Capilla San Lucas. A la tarde, con el sol filtrándose entre los árboles, el patio se llena de vermús, charlas y risas.

Santo CaféSilvina Baldino

“Muchos dicen que se sienten en La Toscana”, cuentan las dueñas. Pero también es un espacio de expresión: reciben a músicos, artistas, emprendedores. Una capilla privada que hoy se comparte. Una cafetería que ya tiene alma.

Santo CaféSilvina Baldino

La calle Arellano guarda en una misma cuadra el pulso del Areco de siempre y el que se viene. De un lado, la platería de Patricio Draghi y el boliche Lo de Co. Del otro, una nueva generación de propuestas que combina tradición y frescura: Los Patriotas es una de ellas. Fundado por Ezequiel de Olazábal y hoy en manos de Florencia Hermes, este bar de cócteles toma su nombre del grupo revolucionario que integró Hipólito Vieytes, nacido en estas tierras.

Florencia Hermes, la bartender detrás de este proyecto.Maximiliano Amena

La carta tiene guiños históricos (como el trago San Martín, a base de fernet), pero también explora sabores frutales y una cocina al paso que sorprende: pinchos, hamburguesas, panchos gourmet. La barra, a metros del río, se transformó en punto de encuentro para quienes buscan calidad sin solemnidad. “Este es el Areco que se viene”, dicen ellos. Y algo de razón tienen.

Los tragos de autor de Los Patriotas.Maximiliano Amena

Después de recorrer más de 40 países y soñar durante años con tener un hotel propio, Érica Gatica y Adolfo Rodríguez hicieron realidad ese deseo en San Antonio de Areco. Primero compraron una casa para escapadas de fin de semana; luego, tras la pandemia, decidieron dejar la ciudad y construir Casa Bora, un hotel boutique diseñado con calma y sentido, inspirado en sus viajes por el mundo.

Ubicado en una calle residencial del casco histórico, el hotel tiene solo cuatro habitaciones amplias, algunas con minipiscina, pensadas para ofrecer intimidad y descanso. Los espacios, diseñados junto a la arquitecta Gabriela Viñales, combinan arcos, piedra blanca, colores neutros y texturas naturales que evocan Marruecos, India o el Mediterráneo, sin perder la esencia local. El patio central, al que llaman “el corazón del hotel”, conecta todos los ambientes con una fuente como epicentro.

Érica —que ahora también da clases de yoga— y Adolfo reciben personalmente a sus huéspedes, ofrecen una guía gastronómica propia y sirven desayunos en vajilla de diseño, con productos locales que cambian según la ocasión. También crearon su propio vino —un Chardonnay y un blend Syrah-Malbec—, que puede disfrutarse en la habitación o llevarse de recuerdo. Recientemente comenzaron a realizar degustaciones y planean sumar cenas con cocineros invitados, además de servicios de bienestar como masajes y clases de yoga.

En 2018, Ignacio Ortiz de Rosas se fue de Buenos Aires sin mucho plan: una chacra, una huerta, gallinas, un caballo. Pero la cocina —su oficio de toda la vida— volvió a llamarlo.

Ignacio Ortiz de Rosas, el creador de Colorado Restaurante.Maximiliano Amena

Con pasado en restaurantes como Nina Wok, Dominga, Congo y Río Café, decidió levantar un nuevo proyecto en el centro de Areco. Así nació Colorado, un restaurante que combina sofisticación con raíces.

“Es un recorrido de lo que fui aprendiendo en el mundo, no es cocina de autor, pero son recetas que tienen mi toque”, dice Ignacio.Maximiliano Amena
El bello salón de Colorado.MAXIMILIANO AMENA

El menú tiene lo mejor de su recorrido: trucha curada, cordero al horno de barro, ñoquis de sémola en honor a Amalia, la cocinera de su infancia. También hay curry tailandés y panificados de masa madre. En el salón —de estética cuidada, con aires nórdicos— cada plato habla de una búsqueda personal. Ignacio lo resume mejor: “Es comida no común, pero simple”.

El frente del restaurante Colorado, sobre la calle Arellano.MAXIMILIANO AMENA

El Museo Las Lilas siempre amerita una visita. Su colección más célebre reúne las obras que Florencio Molina Campos pintó para los almanaques de Alpargatas, pero no es lo único que deslumbra. En las salas también se exhiben piezas de su primo, Jorge Daniel Campos, y una perla que suele pasar desapercibida: la serie de témperas originales de Luis J. Medrano, muchas de ellas publicadas en los almanaques de 1946 y 1947.

Segundo Deferrari, el director del Museo Las Lilas.Maximiliano Amena
El bello patio de Las Lilas.Maximiliano Amena

El director del museo, Segundo Deferrari, se apasiona especialmente por la obra de Medrano, un artista que supo retratar con ternura e ironía la idiosincrasia argentina. Famoso por sus “grafodramas” en La Nación, su personaje Contreras aparece escondido en muchas de sus escenas. Segundo se dedica a rastrearlo como un niño en busca de Wally.

La colección de Luis J. Medrano es una de las joyas de Las Lilas.Maximiliano Amena

Más allá del arte, el museo ofrece un entorno cuidado y agradable: una casona reciclada con patio, salón de muestras temporales, tienda y café con vista al jardín. La colección de Molina Campos, con óleos, acuarelas y textos manuscritos sobre su personaje Tiléforo Areco, completa la experiencia.

Un clásico de Areco: las pinturas de Molina Campos en Las Lilas.Maximiliano Amena

Y hasta el 31 de agosto, una nueva muestra suma razones para volver: Pedro Luis Raota. La mirada sensible, con 40 fotografías que recorren la obra del autor argentino más premiado, exponente clave de la fotografía americana.

Todo empezó con una pastafrola. A los 18 años, Grisel Ramírez usó sus últimos $100 para hornear y vender en Plaza Italia. No lo sabía entonces, pero esa primera venta fue el punto de partida de lo que hoy es Raíces de Cacao, una pastelería artesanal con sede frente a la plaza de Areco y, más recientemente, con una nueva sucursal en Colegiales.

Grisel Ramírez, la emprendedora detrás de Raíces de Cacao.Maximiliano Amena

Su obsesión con el chocolate la llevó a desarrollar su propio alfajor, tras más de un año de pruebas. El resultado fue tan exitoso que no tardó en abrir su local. En 2023, su alfajor recibió medalla de bronce en el Mundial del Alfajor, y hoy es parte de una movida que incluye a más de 16 productores locales. Esa efervescencia derivó en la creación de la primera Fiesta del Alfajor Regional.

El producto estrella de Raíces de Cacao.Maximiliano Amena

Raíces de Cacao, con su local renovado en frente de la plaza principal, es un símbolo del espíritu emprendedor de Grisel. Con producción propia, atención cálida y una identidad clara, se convirtió en uno de los lugares favoritos para locales y visitantes.

Hace una década, el Museo Ricardo Güiraldes impulsó una investigación sobre los tintes naturales de la flora local. El trabajo, liderado por Cristina Giordano, derivó en un muestrario de 121 colores. En una de las charlas abiertas sobre ese hallazgo, apareció María Moscato, amante de las plantas y del tejido, que poco después se pondría al frente del Taller Municipal de Telar Criollo y Pampa.

Los telares criollos del museo Güiraldes.Maximiliano Amena

Allí se enseña a hilar, teñir con tintes naturales y tejer en telares verticales o de pie. María y su grupo —las Artesanas Textiles Arequeras— trabajan con lana de oveja teñida con especies locales como senecio, mora o espinillo. Cada pieza lleva la huella del entorno y el tiempo: ponchos, matras, fajas y escarapelas, todas teñidas con paciencia y técnica ancestral.

María Moscato, la «profe» del Taller Municipal de Telar Criollo y Pampa.Maximiliano Amena

El taller retoma una tradición iniciada en 1939 por la Academia de Teleras Criollas, y cada sábado -durante las vacaciones- exhibirá su producción en la pulpería La Blanqueada del museo, que este año volvió a sufrir una severa inundación pero que trabaja a contrarreloj para reabrir sus puertas. Para visitantes curiosos o sensibles, la experiencia es reveladora: una forma distinta de leer el paisaje a través del color.

Tintes naturales de la flora arequera.Maximiliano Amena

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