El caso de la muerte de una monita carayá electrocutada en Resistencia volvió a poner en evidencia una problemática creciente: la presencia de primates en entornos urbanos y el impacto de la expansión humana sobre su hábitat natural.
La doctora Belén Dansey, vicepresidenta y médica veterinaria de la Fundación Carayá Róga, explicó que «lo que pasó con esta monita lamentablemente pasa con muchos monitos; esta se hizo visible, pero la mayor causa de accidentes que tienen esta especie es la electrocución en los alrededores de la ciudad. No es la primera».
«El animal llegó con lesiones graves. Habrá mordido algún cable o habrá pasado algo donde su boca fue la más afectada: el paladar, la lengua, los ojos, tenía un dedo amputado, el brazo y el pecho quemados. Fue un caso con mucho sufrimiento», lamentó Dansey en contacto con Radio Libertad.
Según relató, el ejemplar fue trasladado a la fundación por la Policía de Canes, que suele intervenir en casos de rescate junto a la Dirección de Fauna del Chaco. «Somos la única organización habilitada para la recepción, rehabilitación y reinserción de primates en la provincia. Los animales silvestres no se pueden tener de manera doméstica: es delito tenerlos», remarcó.
La ciudad llegó a ellos
Dansey explicó que la presencia de estos animales en zonas urbanas no es reciente. «Siempre hubieron, porque nuestro monte tiene una vegetación muy propia para su alimentación», indicó.
La especialista sostuvo que los carayá se desplazan en grandes extensiones en busca de comida y que la expansión de la ciudad los empujó a convivir cerca de los barrios. «Llegaron a la ciudad o la ciudad llegó a ellos. Se movilizan muy bien por los cables y a veces no pasa nada porque no hacen masa, pero otras veces lamentablemente sí, y ocurren estos accidentes», detalló.
La doctora señaló que es habitual verlos en sectores con árboles: «Donde hay un poco de monte ya se pueden ver familias de estos monitos. Se mueven en tropas, que son su familia. Cuando hay más de un macho empiezan a tener su territorio y se dispersan buscando nuevas hembras para formar sus propias tropas».
Qué hacer ante un avistamiento
Frente a la curiosidad o preocupación que genera ver a un mono en la ciudad, Dansey pidió actuar con responsabilidad. «Primero, no son mascotas. Segundo, está bien que nos avisen porque a veces la gente se asusta o no sabe qué hacer. Si los ven, no hay que alimentarlos ni asustarlos. Si hay perros, hay que cuidar que no los ataquen», explicó.
La Fundación Carayá Róga mantiene un registro de avistamientos para monitorear las zonas donde hay tropas o ejemplares solitarios. «Si están lastimados o cayeron, ahí sí se puede acudir a rescatarlos. Pero si están bien, hay que dejarlos porque solos van encontrando su lugar nuevamente», afirmó.
El largo proceso de rehabilitación
Cuando un ejemplar llega herido o huérfano, el trabajo de recuperación es largo y complejo. «Hay otros animales silvestres que se liberan más fácilmente, pero los monos pequeños dependen de su madre o su familia hasta el año y medio. No se puede ir con un mono bebé y liberarlo nada más», explicó Dansey.
El proceso incluye alimentación con leche maternizada cada dos horas y cuidados especiales para evitar la impronta humana. «No podés acostumbrarlo a vos. Solo se lo alimenta en el momento necesario. Es muy difícil porque ellos mismos demandan, pero lo logramos juntándolos con otros de su misma edad.
Así se crían de la manera más libre y salvaje posible, para que puedan vivir en libertad sin vínculo con el humano», precisó.
Cuidar el monte
La médica veterinaria recordó que el entorno natural chaqueño ofrece las condiciones ideales para la especie, por lo que insistió en preservar el monte y evitar la intervención humana. «Tenemos un monte propicio para ellos y hay que cuidarlo. Que queden en su hábitat, no intervenir. Hay que seguir pregonando eso», señaló.
Dansey advirtió además que «es un delito tenerlos como mascotas». En caso de encontrar un ejemplar en peligro o herido, la profesional recomendó comunicarse al 105, número de la Brigada Operativa Ambiental, que trabaja junto con la Dirección de Fauna y la fundación. «Ellos se ponen en contacto con nosotros si requieren atención médica o rehabilitación», aclaró.
Según la fundación, se han identificado familias de monos en varias zonas del Gran Resistencia. «En calle Rivadavia y 5 hay una familia bastante grande que suele moverse en esa zona. También en villa Fabiana, alrededor del río y el parque Ávalos», enumeró Dansey.
«En algunos casos se los ha visto en la plaza 25 de Mayo, aunque suelen ser ejemplares dispersos o machos jóvenes que buscan territorio. Es común verlos solos, pero eso no significa que estén perdidos. Están en busca de su propia tropa», explicó.
Qué se puede y qué no se puede hacer
Consultada sobre si está bien ofrecerles agua, Dansey aclaró que «no pasa nada si se les deja agua y uno se va, sobre todo en épocas de sequía. Pero no hay que llamarlos ni alimentarlos».
Los carayá son florívoros: «Comen hojas, brotes y flores de los árboles. Eventualmente pueden comer alguna fruta, pero la base de su dieta son las hojitas. Por eso recorren tanto».
Además, recordó que hay que evitar que bajen al suelo. «Si hay perros, se debe dejar el agua en altura para que no corran riesgo. Lo más importante es no intervenir, no molestarlos», insistió.
necesidad de apoyo
La Fundación Carayá Róga funciona gracias al esfuerzo de un pequeño grupo de voluntarios. «No somos muchos. Yo tengo una veterinaria y colaboramos desde ahí. También participa gente que ayuda con lo que puede.
En nuestros comienzos cometimos errores, pero aprendimos y hoy logramos que los monos incluso nos tengan miedo, que no podamos agarrarlos fácilmente, que es lo que queremos: su libertad», contó Dansey.
La entidad cuenta con un predio en un campo cercano a Colonia Benítez, donde se construyeron recintos de seis metros de altura. «Están hechos con tejido y abarcan árboles. Tenemos distintos espacios, y estamos terminando el quirófano para poder operar y rehabilitar ahí mismo sin trasladarlos», relató.
El mantenimiento del lugar implica gastos constantes. «Hay que movilizarse, llevar verdura, hacer atención médica. Recibimos poca colaboración de la sociedad, nos gustaría que fuera más», expresó.
Para quienes deseen ayudar, la fundación recibe donaciones a través de Mercado Pago, con el alias carayá.roga. «En nuestra página de Instagram, fundacion.caraya.roga, pueden ver todo el trabajo que hacemos y las formas de colaborar», añadió.
Más allá del dinero, la institución acepta materiales útiles para mejorar las instalaciones o el bienestar de los animales. «Siempre necesitamos alambre tejido, tanto para arreglar los recintos como para hacer nuevos. Si alguna empresa puede donar aunque sea unos metros, sería muy valioso», sostuvo.
También reciben peluches, que se utilizan para acompañar a los ejemplares huérfanos. «Cuando son bebés necesitan estar abrazaditos. Como tratamos de no tener contacto, les ponemos peluches y eso les genera la sensación de estar con la mamá», contó Dansey.
No son mascotas
La veterinaria insistió en un mensaje central: «Dan ternura, pero no son mascotas. Es un delito tenerlos. Para eso hay gente que se capacitó y se sigue capacitando. No es como criar un perro o un gato. Yo soy veterinaria y tuve que especializarme en esta especie, que requiere cuidados muy distintos».
El trabajo de la fundación también incluye la asistencia a otras especies silvestres de manera transitoria. «Prestamos colaboración con la Dirección de Fauna para tener algunos animales unos días antes de liberarlos, en un ambiente más natural. Así les damos cuarentena y atención médica», señaló.
Aunque la llegada de ejemplares se da durante todo el año, hubo momentos críticos. «Durante los incendios recibimos más animales, fue una época terrible. Esperemos que eso no vuelva a pasar», expresó.
Asimismo, Dansey destacó la importancia de la educación ambiental para reducir los conflictos entre la fauna y la urbanización. «A veces la gente, por desconocimiento o buena intención, quiere acercarse o darles comida. Pero eso termina perjudicándolos. Si los queremos, debemos dejar que sigan siendo salvajes», sostuvo.
Para la médica veterinaria, la convivencia armónica requiere respeto. «Estos animales son parte de nuestro ecosistema. Mantener el monte, cuidar los árboles y evitar la expansión sin control es proteger también nuestra biodiversidad», afirmó.