El cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios pueden ser naturales, pero, desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático.
Las causas se deben principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas, que generan emisiones de gases de efecto invernadero. Además, la energía, la industria, el transporte, los edificios, la agricultura y el uso del suelo se encuentran entre otros emisores claves.
Este tipo de gases ocasionan un incremento de las temperaturas, generando el fenómeno del calentamiento global, con consecuencias como incremento de las temperaturas medias, aumento del nivel del mar, deshielo, incremento de eventos climáticos extremos: sequías, olas de calor, incendios, escasez de agua e inundaciones.
Ante ello, para alertar a la comunidad mundial acerca de los efectos nocivos y devastadores del cambio climático en el planeta, con auspicio de la Organización de las Naciones Unidas, se celebra cada 24 de octubre el Día Internacional Contra el Cambio Climático.
Pero hablar de cambio climático pareciera relacionarse a problemas del futuro o que deberían ser solucionados en otras partes del mundo.
Por ello, desde Unne Medios, se consultó a referentes de distintas disciplinas de la universidad respecto a cómo, desde la región nordeste, se pueden desarrollar acciones enfocadas en ayudar a revertir la crisis climática y cómo impacta en lo local.
Dimensión del problema
«Lo importante es asumir que el cambio climático está presente y que las soluciones empiezan desde nuestro propio lugar», destaca la doctora Patricia Snaider, docente de la Cátedra de Climatología de la Facultad de Humanidades de la Unne e investigadora del Instituto de Geografía de esa unidad académica.
Agrega que, en el nordeste argentino, estos procesos ya se sienten, «están con nosotros y vinieron para quedarse: las temperaturas aumentan, los veranos se vuelven más extremos y las lluvias son más irregulares».
En esa línea, considera «clave» entender que «el cambio climático no ocurre solo en otras partes del planeta, sino también aquí, en nuestras ciudades y comunidades».
Para la especialista de la Unne, desde lo local y regional se puede actuar promoviendo una planificación urbana más verde -como las denominadas ciudades esponja-, el uso racional del agua y la energía, la recuperación de espacios naturales -especialmente las lagunas y ríos- y la educación ambiental.
Snaider integra la Red de Investigadores del Cambio Climático de las Américas (Ricca), que impulsa el trabajo conjunto entre especialistas de distintos países (Estados Unidos, México, Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, Chile y Argentina, entre otros) para comprender cómo se manifiestan los efectos del cambio climático en nuestras regiones y cómo podemos enfrentarlos.
«A través del intercambio de experiencias y conocimientos buscamos fortalecer las capacidades locales de adaptación y mitigación, especialmente frente a fenómenos cada vez más frecuentes como las olas de calor, las inundaciones, las sequías o las tormentas intensas», concluye.
«Cada acción, por pequeña que parezca, suma para reducir los impactos y construir un territorio más resiliente», dijo.
Urgencia de las acciones
«Cada 24 de octubre, el Día Internacional contra el Cambio Climático, nos recuerda la urgencia de actuar frente a esta crisis global», señala el doctor Martín Kowalewski, director de la Estación Biológica Corrientes (EBCo), del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Conicet-Unne).
Al respecto, opina que el cambio climático, impulsado principalmente por la actividad humana y la emisión de gases de efecto invernadero, está modificando drásticamente los patrones meteorológicos a nivel global.
«Nuestro grupo de investigación, que desarrolla gran parte de sus estudios en la zona de influencia del actual Parque Provincial San Cayetano, en el municipio de Riachuelo, Corrientes, es testigo directo de esta transformación», sostiene.
Para graficar, explica que históricamente, el área mencionada se caracterizaba por las recurrentes inundaciones que sucedían cuando el río Riachuelo desbordaba tras fuertes lluvias, un escenario agravado por la continua intervención antrópica y la modificación de los bosques nativos.
